Psicología del juego en animales y humanos

Es un hecho conocido por todos que muchos animales juegan, aunque lo interesante del tema es descubrir la finalidad o valor que tiene el juego para ellos. También que existen más animales de los que imaginamos que integran el juego en sus rutinas, o conocer si es sólo una actividad que se da entre los más jóvenes.

Si poseemos una mascota, seguramente nos habremos dado cuenta de que no somos los únicos a los que les agrada el juego. Eso sí, debemos entender que la idea de lo que es jugar, no es la misma que la que tienen los humanos, pero su procedencia y propósitos sí están muy conectados. Para ello, vamos a determinar lo que es el «juego».

Si nos ceñimos a los preceptos que manejan la psicología y la etología (la ciencia que estudia el comportamiento humano y animal), el acto de jugar reúne una serie de actividades que el sujeto ejerce de manera voluntaria y por su cuenta. Generalmente estos actos se relacionan con la diversión y la alegría lúdica, y no parecen intervenir de forma inminente ni directa en su supervivencia.

Tigres jugando.
tigres jugando

El juego en los animales

Debido a su dificultad, el acto de jugar está reservado casi en exclusiva a los grupos de animales más inteligentes como los mamíferos (alrededor de un 80% de ellos lo practica), ya que su sistema nervioso se halla más desarrollado que el de otras especies. Y es que en todos los grupos de mamíferos se han observado numerosos comportamientos que no pueden ser entendidos de otra manera que no sean juegos. Ciertos invertebrados, como pueden ser los insectos sociales, poseen aptitudes de aprendizaje, pero nunca parecen jugar.

Aunque con menos frecuencia, también se ha observado que ciertas aves juegan, y no se excluye que otros grupos lo hagan, como reptiles, anfibios o peces, ya que se han comprobado conductas básicas que recuerdan a juegos (casi siempre en cautividad). Por ejemplo, hace poco tiempo sabemos que las iguanas, al igual que algunos de los reptiles más enérgicos y evolucionados, tienen la capacidad de jugar con pelotas estando en cautividad. La explicación de que no tengan esa predisposición para jugar en libertad, posiblemente resida en su lento metabolismo, que no les permite malgastar grandes cantidades de energía en comportamientos caprichosos; otra razón podría ser que por norma, no gozan de una gran inteligencia.

El zoólogo y autor de varios libros Vladimir Dinets, pudo comprobar por sí mismo y documentar en su obra «Comportamiento animal y cognición», los diferentes juegos que realizaban cocodrilos, aligátores o caimanes. Tras estudiar esos animales durante meses y recopilar información de otros observadores, pudo constatar que suelen jugar con flores de colores llamativos, y les gusta llevarlas de un lado a otro entre los dientes; también que se deleitan interactuando con otros de su especie, jugando por ejemplo a llevarlos a lomo como si los fueran paseando.

Aunque resultan actos poco usuales, ciertas investigaciones han propuesto que algunos reptiles, como cocodrilos e iguanas, emplean objetos para jugar, sobre todo en estados de cautividad.
iguana pelota

cocodrilo jugando

Las aves que presentan conductas más flexibles, como pueden ser cuervos y similares, han demostrado que saben realizar juegos de formas complejas. Y es que el carácter de los córvidos es de una gran curiosidad, con un espíritu redomadamente bromista. El naturalista Gerald Malcolm Durrell contaba que a sus urracas les encantaba emular el reclamo de la sirvienta de la casa para llamar a las gallinas cuando tenían que comer; también que se divertían haciéndolo incluso cuando era de noche y las gallinas se habían guarecido para dormir, supuestamente por el regocijo que les provocaba engañarlas despertándolas.

Otra anécdota sobre los cuervos resulta sumamente curiosa, en este caso observada por la ecologista Carolee Caffrey. Todo sucedió mientras se encontraba estudiando a dos cuervos en California, padre e hijo, que estaban alimentándose debajo de un magnolio en flor. En cuanto la hermana del macho joven se sumó a ellos para comer, sin querer dejó caer el pétalo de una flor, que casi alcanza la cara del hermano. Este último se asustó, algo de lo que la hermana se percató; acto seguido la hermana volvió a buscar otra flor con la intención de arrancar un pétalo para tirárselo a su hermano por encima de la cabeza. Para ello se encorvó hacia delante y dejó caer el pétalo, algo que asustó de nuevo al hermano.

Cambiando de tema, siempre se ha creído que jugar era una ocupación exclusiva de los animales más jóvenes. Pero la verdad es que en numerosos grupos de especímenes, y concretamente en los primates (un caso claro serían los humanos), el juego es una actividad que se puede observar incluso en edades adultas. Esto es algo que detallaremos más adelante.

Un hecho cercano a nosotros es comprobar que el juego en etapas adultas sigue siendo algo factible.
jugando ajedrez

¿Qué es el juego?

¿Y qué es entonces lo que diferencia el juego de cualquier otra actividad que se realice, como la exploración del ambiente o la interactuación que el animal ejecuta con los objetos que encuentra? Pues que existe un componente de creatividad. Generalmente, un animal al jugar intenta emplear los elementos que tiene a mano o efectúa nuevos movimientos dentro de un dominio controlado; esto quiere decir que su finalidad no es la de desarrollar su supervivencia de manera directa, sino comprender sus límites y comprobar lo que es capaz de hacer. Por ello, la diferencia entre jugar o realizar un comportamiento (o pauta propia) de ese animal es, en esencia, el entorno y la presencia de límites y/o reglas.

De esta manera, aunque morder está considerado como una conducta agresiva, puede entenderse como una manera de jugar si se produce en un entorno lúdico y está siempre dentro de unos límites (controlar el daño a otros). Estos límites suelen aparecer de una manera natural, como un gruñido de advertencia a los pequeños lobos que se excedan mordiendo al jugar. Por eso los cachorros aprenden los límites pronto, ya que es una forma de poder seguir jugando en el futuro.

Otro componente que diferencia al juego de otras actividades, es que el animal intenta utilizar el objeto para efectuar combinaciones nuevas de movimientos. Tal y como se definió en el libro «Sociobiología» (1995) por el biólogo Edward Osborne Wilson: «mientras un animal está jugando, se pregunta qué puede realizar con el objeto, en vez de pensar qué puede hacer el objeto por sí mismo”.

Crías de lobo jugando.
crias lobo jugando

El juego suele basarse en series de conductas que el animal perfecciona en su etapa adulta, como luchar, cazar, huir o emparejarse, aunque conjuntándolas de manera diferente. En ellas modifica su desenlace y las reitera o efectúa en entornos distintos. La habilidad de jugar parece haber evolucionado como una manera de aumentar el abanico de comportamientos en los animales, y su fin es acomodarlos a entornos inestables. El juego es también responsable de la mejora cognitiva: un ejemplo son los chimpancés que se ven desprovistos de objetos para jugar, que más tarde no son tan habilidosos resolviendo problemas como sus congéneres que sí poseen a su alcance los objetos desde una edad prematura.

La mayoría de juegos predispone a los animales para las peleas y la dominación, o bien para los cortejos y funciones sexuales. Un ejemplo es el juego ‘Rey del Castillo’, que gustan de practicar los cervatillos; en él uno de ellos asciende a la parte superior de una colina y el reto de sus demás compañeros es echarlo de ahí. Escogen la colina que les parece más apropiada y la emplean siempre para estos menesteres.

Cervatillos jugando.
cervatillos jugando

Los juegos de los felinos son realmente fascinantes, ya que gracias a ellos trabajan esas habilidades que les han dado su fama de cazadores sumamente hábiles. Un juego que encanta a los gatos y seguramente habrás visto es ese en el que el minino se esconde esperando a la persona y luego se abalanza sobre ella cuando pasa por su lado, saliendo luego corriendo con la esperanza de que le persigan. Si mostramos una gran sorpresa o enfado, podemos apreciar que sus maullidos de regocijo son incluso más fuertes.

Las gatas intentan enseñar a sus crías a cazar a través del juego con presas aturdidas que ellas mismas les proporcionan. Así que si un gato nos trae un ratón medio muerto al que ha echado el guante, lo que quiere en verdad es que practiquemos la caza a modo de juego-aprendizaje. Una rareza de la domesticación de los felinos, que fue observada por el etólogo Konrad Zacharias Lorenz, es la infantilización de los gatos adultos; y es que en muchos casos no abandonan su interés por el juego, que es lo que les pasaría si estuvieran en plena naturaleza.

Gato jugando.
gato jugando

Resumiendo, el juego es cualquier acción que realiza un animal de manera espontánea y no implica un aumento inmediato de su supervivencia; aun así le puede valer a modo de entrenamiento para posteriores conductas que sí tengan consecuencia en ella o en la aptitud para la reproducción. También debemos decir que tonifica los músculos, desarrolla la coordinación y permite que los animales dominen mejor su entorno. Otra función implícita es que puede simplificar las interacciones sociales, por ello los animales más sociales destinan más tiempo a jugar y el resultado de que ciertas crías se vean privadas del juego, es que en su etapa adulta se comportarán de una manera más tímida.

Las pautas de juego pueden catalogarse en tres grupos principales: locomotrices (como cuando las crías juegan a perseguirse), exploratorias y sociales. Animales como las orcas son tan inteligentes, que cuando se hallan en cautividad, alteran la forma de los juguetes con el fin de acondicionarlos a un juego concreto. Si tomamos en cuenta toda esta información, podemos determinar que los animales que son lo bastante inteligentes, juegan como una clase de reto intelectual que les provoca placer.

Existen muchos animales a los que les gusta jugar y lo emplean para su propia diversión. A las nutrias les gusta retozar en el agua y realizar complicadas acrobacias, a los gatos perseguir cualquier cosa que se mueva sinuosamente, y a los perros pelearse entre ellos de una manera suave y controlada. No obstante desde nuestro punto de vista humano, nos cuesta discernir si están jugando o están realizando tareas de supervivencia como defender su territorio o buscar comida. Según los entendidos, para que una actividad sea divertida, tiene que ser repetitiva, agradable y debe llevarse a cabo cuando el animal disfruta de una buena salud y no está bajo estrés o presión.

Nutria jugando con una piedra.

Por qué juegan los animales

En cuanto a por qué juegan los animales, la verdad es que no existe un consenso certero sobre su fundamento. Una de las hipótesis es que los animales más jóvenes juegan a modo de entrenamiento de cara a su etapa adulta, como una forma de lograr experiencias en una infinidad de comportamientos que emplearán cuando sean adultos. Al ejecutar estos actos de manera reiterada, los animales obtienen habilidades que más tarde serán vitales para cazar, huir, o realizar interacciones sociales.

Estudios recientes demuestran que el juego acaece de forma más intensa al comienzo de la vida, que es cuando el cerebro se halla en fase de desarrollo y se conforman las conexiones nerviosas. Aparte, se ha observado que los animales que tienen cerebros más grandes, suelen dedicar más tiempo al juego que los que poseen cerebros pequeños. Ya que se relaciona un cerebro mayor con una habilidad de aprendizaje superior, esto corrobora el concepto de que las habilidades que tienen los adultos, se asimilan durante el juego juvenil.

Por otra parte, esto no aclara el que varias especies, incluidos los humanos, continúen jugando en su adultez, y no existen evidencias de que les ayude a desarrollar mejor sus tareas de adultos.

Si hablamos de los suricatos, podemos comprobar que su manera de jugar no les sirve para prosperar en sus habilidades y ni siquiera les sirve para disminuir su agresividad; eso sí, esto tampoco significa que no les sirva de nada. Una investigación reciente acerca de los elefantes africanos ha revelado que el juego es útil para su bienestar mental y físico.

Elefantes jugando en el agua.
elefantes jugando agua

Los hipopótamos juegan empujándose entre ellos, sacudiendo y moviendo la cabeza, salpicando el agua y realizando piruetas al levantarse sobre sus patas traseras. Incluso algunos murciélagos jóvenes han sido vistos jugando a perseguirse, peleándose y dándose golpes con las alas como una rutina de ocio.

Si tenemos en cuenta el espectro general de animales, los primates ganan por goleada en cuanto a tiempo y diversidad en sus juegos. Podemos decir que son los que han desarrollado maneras más complejas de juego y una mayor capacidad para el ocio. A los primates más jóvenes les encanta jugar a peleas, persecuciones y abatirse los unos a los otros. Uno de sus juegos favoritos es empujar por la espalda a otro de sus congéneres que esté tranquilo y salir huyendo.

A los chimpancés y babuinos más jovencitos les encanta jugar juntos, reflejando uno de los raros casos en que dos especies diferentes comparten actividades lúdicas. Los simios superiores (orangutanes, gorilas y chimpancés), incluso en su edad adulta, tienen la costumbre de hacerse cosquillas, representar peleas con los dedos y soplarse los unos a los otros, realizando estos juegos con sus crías. Otro de los juegos que suelen practicar es el escondite, al igual que hacen los humanos, aunque en este caso empleando ramas para taparse los ojos.

Algunas veces, como ocurre con los macacos rhesus (Macaca mulatta), la clase de juegos cambia dependiendo del sexo. Los machos prefieren jugar más a luchar y las hembras a realizar actividades maternales. Hace poco se realizaron investigaciones con cercopitecos verdes (monos vervet) que revelaron la preferencia de los machos pequeños por jugar con pelotas y coches, mientras que las hembras se inclinaron por elegir muñecos; esto resulta bastante curioso, ya que coincide con la forma tradicional que tienen los humanos de jugar cuando son pequeños y desterraría la idea de que estas elecciones son el resultado de una educación machista.

Macacos jugando con la nieve.
macaco nieve

Los simios utilizan señales concretas para incitar al juego, como ir andando con la espalda arqueada y emplear pasos cortos y ostentosos. También se valen de una mueca particular, abriendo de forma moderada la boca. Uno de sus juegos favoritos es el de sujetar objetos e intentar quitárselos unos a otros. A los simios más mayores les gusta engañar a los más jóvenes obsequiándoles un objeto, para luego retirárselo de forma brusca en el momento que intenten cogerlo (este juego lo realizan también los córvidos).

Los juegos y la competitividad

Muchos de los juegos que realizan los humanos están basados en la competición y el gusto por ganar. El deporte es un buen ejemplo de ello, ya que en una competición deportiva se combinan muchas de las facetas guerreras que integran al humano, como la ofensiva, el ataque, la defensa o emplear estrategias para disminuir los recursos del contendiente.

El deporte de competición es una transferencia evidente y un buen sustituto de los juegos combinados con las rivalidades bélicas entre grupos y comunidades. Los juegos olímpicos comenzaron como una manifestación de fuerza de los guerreros que habitaban en cada ciudad de la antigua Grecia; actualmente esta declaración de fuerza se prolonga en la mayoría de las competiciones internacionales que se efectúan a lo largo del año en casi todo el mundo; incluso una gran parte de especies animales recurren a las manifestaciones de fuerza antes de combatir, con la finalidad de atemorizar al enemigo y evitar el desafío, probablemente demasiado peligroso.

juegos olimpicos

Este gusto por la competitividad y el juego se ve reflejado, por ejemplo, cuando dos equipos de fútbol se enfrentan en un partido; aquí es donde podemos ver personificadas de manera simbólica todas esas pautas que llevamos adquiridas en nuestros genes. También es evidente en las apuestas deportivas, donde se aúna el gusto por el juego con el riesgo como un estimulante natural, el cual hace aflorar recursos positivos en nuestro espíritu competitivo.

Aunque hayan pasado miles de años de evolución, nuestro desarrollo fisiológico y cognitivo no se ha podido adaptar totalmente a nuestro progreso social y tecnológico. Continuamos poseyendo una naturaleza primitiva como la de hace 70.000 años, cuando vivíamos en cuevas rodeados de retos, batallando diariamente por nuestra supervivencia y la de nuestro clan. Actualmente nuestro organismo y funciones químicas y fisiológicas, así como la actividad cerebral, continúan los patrones de nuestros antepasados, aunque ahora no tengamos que realizar todas esas labores para subsistir, al menos en lo que consideramos el mundo civilizado.

Aunque poseamos miedos que ahora no supongan una amenaza directa para nosotros, como arañas, serpientes, oscuridad, alturas, etc., estos suponían unos serios retos antiguamente, por lo que las fobias son los mecanismos de defensa que tenemos ahora para exteriorizarlos, aunque no representen un peligro para nuestra supervivencia. Otro ejemplo sería la capacidad de nuestro cuerpo para acumular grasa con el fin de prepararse para las hambrunas, que normalmente en nuestra sociedad acomodada ya no nos aporta ninguna ventaja.

Algo parecido ha ocurrido con la competitividad, la cual hemos transferido a diferentes facetas de nuestra sociedad y situaciones diarias, como puede ser nuestro puesto de trabajo, circunstancias familiares o conducir el coche, por poner algunos ejemplos, aunque uno de los más evidentes es el gusto por el juego o los deportes.

La competitividad se encuentra muy presente en los juegos que realizan los humanos.
competitividad juego

Clases de juegos y su función

Los juegos pueden ser de clases muy variadas y poseen distintas finalidades dependiendo de su contexto: su propósito en estadios prematuros del crecimiento es muy diferente a cuando el animal se encuentra en etapas más maduras, como cuando es adulto. Otro factor que interviene en el acto es que los juegos pueden realizarse en solitario o bien junto a otros compañeros, lo que confiere complejidad al asunto.

Frecuentemente el juego en soledad significa que el animal debe utilizar un objeto, como cuando un felino juega con un ovillo de lana, un delfín juega con un pez o un macaco japonés juega con una bola de nieve. El juego también puede tener un fin social. Normalmente los animales jóvenes de una misma especie juegan juntos, aunque sus progenitores participen con ellos; esta clase de juegos sociales pueden comprender persecuciones, escapadas, peleas, patadas o mordidas suaves.

Juegos materno-filiales

Durante los primeros meses de vida de una cría, el asentamiento de nexos emocionales entre la madre y su descendencia es vital para el crecimiento cognitivo y afectivo de la misma. Puede que nos parezcan algo elementales, pero existen muchas expresiones o acciones que la madre y su cría establecen, como cosquillas, vocalizaciones o miradas, que se consideran juegos que permiten a la cría progresar con su desarrollo.

Madre de chimpancé con su cría.
chimpance madre cria

Por ejemplo en los chimpancés, la madres se dedican a tocar y hacer cosquillas con cuidado a sus vástagos durante las primeras semanas, y finalmente las crías comienzan a responder una vez han pasado seis meses. La antropóloga y primatóloga Jane Goodall realizó diversos estudios que determinaban que las madres chimpancé, permitían a otras crías acercarse para interactuar y jugar con las suyas una vez habían pasado estos seis meses, aparte de acompañar este hecho con el inicio de vocalizaciones y pisotones en el suelo.

Juegos corporales y de movimiento

El hecho de saltar, correr, revolcarse, estirar el cuerpo, trabajar las extremidades o vocalizar (como podría ser gruñir o efectuar cánticos) puede convertirse en actividades muy provechosas. Estos juegos corporales en los que se practica ejercicio nos permiten explorar los límites de nuestro propio cuerpo y también del entorno en el que tenemos que desenvolvernos. De alguna manera, nos sirve para aprender a base de pruebas y nos hace preguntarnos cuestiones como: ¿Hasta dónde soy capaz de llegar con un salto? ¿Qué consecuencias implica la gravedad sobre mi cuerpo? ¿Tengo la suficiente flexibilidad para estirarme y alcanzar esa otra rama?

La realización de estos juegos se considera que genera diversión, ayuda a constituir y desarrollar el cerebro, y nos permite ganar seguridad.

Jugar con objetos

El empleo de objetos a la hora de jugar es algo muy visible en primates, pero no es exclusivo de los mismos, ya que otros animales también recurren a ellos. En el momento en que el animal emplea un objeto para su diversión, el objeto pasa a adoptar unas particularidades propias y exclusivas. Diversas investigaciones han determinado que, cuanto mayor sea el nivel de manipulación que el animal efectúa sobre el objeto (puede ser de manera física o del empleo que le dé), más grande es la cantidad de circuitos cerebrales que se constituyen.

Un ejemplo de la inteligencia de los delfines, es su capacidad de jugar con las burbujas de aire en forma de anillo que pueden crear ellos mismos. También les gusta balancear peces con el hocico (peces luna o calamares) o llevarlos en la boca mientras nadan.
delfin jugando burbujas

El manejo y empleo de objetos durante las horas de juego está estrechamente conectado con la capacidad que obtienen más tarde en su etapa adulta para solventar problemas de manera exitosa.

Oso polar empleando una rueda para jugar.
oso polar jugando rueda

La inteligencia de los cuervos queda de manifiesto en sus complicados juegos y retos, para los que emplean palos, botellas o pelotas.
cuervo jugando palo

Juegos sociales

Jugar en reunión con amigos siempre resulta más divertido que el juego individual. Pero aparte del sentido lúdico que implica, debemos entender la importancia que tiene el jugar con otros organismos de nuestra especie (u otras también) con el fin de evolucionar nuestras experiencias, capacidades y comportamientos.

La mayoría de juegos sociales nos proporcionan la capacidad de relacionarnos e interactuar de una manera vital y adecuada con otros organismos a través de la instauración de reglas. A su vez, en muchos animales (da igual si son perros, caballos o primates; carnívoros o herbívoros) el juego social es una forma de instruirlos para hacer frente a condiciones que tendrán lugar en su fase adulta, pero con la certeza de poder errar y comenzar de nuevo: contiendas, mordiscos o demostraciones de fuerza son sólo varios ejemplos.

Caballos jugando a perseguirse.
caballos jugando

La mayoría de animales criados en cautiverio no poseen compañeros con quién jugar o bien lo deben realizar en unas circunstancias poco naturales; esto provoca que más tarde no tengan la capacidad de entablar relaciones sanas con otros especímenes de su género para vivir en su entorno original.

Los animales en cautividad están en desventaja a la hora de progresar en la evolución de conductas sociales sanas con otros compañeros.
chimpance cautividad

Juegos imaginativos, narrativos y creativos

Los juegos imaginativos son aquellos en los que existe una disposición para desarrollar un mundo imaginario con un sentido característico; los juegos narrativos son los que exponen una historia contada por un hilo conductor; y los juegos creativos, como la pintura, danza, música o escultura, son los exponentes más complejos del juego que podemos hallar, residiendo su máxima expresión en el género humano. Según algunas teorías, la fantasía habría sido la esencia que permitió a los homínidos evolucionar capacidades como el lenguaje o su destacada inteligencia.

El juego narrativo es una de las maneras más complejas de jugar.
nino leyendo

También existe un grupo reducido de simios que realizan juegos creativos. Un ejemplo serían los bonobos, que son muy parecidos a los chimpancés, en los que se ha percibido una forma parecida de nuestra ‘gallinita ciega’. Para realizar el juego, los bonobos se tapan voluntariamente los ojos y van caminando así entre los demás, intentando conservar el equilibrio; tan solo miran cuando se caen. También pueden destinar mucho tiempo a realizar enrevesadas pantomimas solitarias, como hacer muecas muy distintas con la cara. La finalidad de estas actividades no es muy evidente, pero ¿necesitan los animales algún pretexto para jugar?

Jugar rejuvenece nuestro cerebro

Debemos desechar la idea de que jugar es una dedicación para niños. A pesar de que siempre se relaciona el juego con un estadio juvenil del ser, no hay nada más lejos de la realidad. Aunque no se ha averiguado su función, la mayoría de animales continúan jugando aun cuando llegan a una etapa adulta. Hay quien afirma que el juego en los adultos es una forma de entretenimiento de las presiones y la tensión que deben sufrir a diario, una manera de escaparse de la realidad por un momento, pudiendo relajar la mente.

Aun así el tiempo de juegos una vez adultos no es algo exclusivo de los primates: podemos fijarnos en las nutrias, que no dejan de jugar incluso cuando han llegado a su adultez y poseen sus propios espacios de divertimento, que incluyen por ejemplo, laderas elevadas que utilizan como toboganes para deslizarse sobre su vientre y tirarse al agua.

También podemos mencionar a los cuervos, que de entre las muchas actividades lúdicas que ejercen, destaca la de deslizarse bocarriba sobre superficies heladas en las que puedan resbalar. Esto es realmente sorprendente porque estamos acostumbrados a que cualquier actividad que realicen los animales, esté estrechamente vinculada a su supervivencia inmediata, y no con un propósito recreativo.

En este vídeo comprobamos la inteligencia de los cuervos a la hora de jugar, ya que no sólo les gusta deslizarse por un tejado helado, sino que emplean un círculo de plástico como patinete para evitar la fricción. En el mismo vídeo podemos ver a otro cuervo rodando por una pendiente de nieve o jugando con bolas de nieve.

Otros animales adultos que dedican su tiempo al ocio son los leones marinos, que gustan de jugar con estrellas de mar o arrojar al mar a las iguanas que agarran por la cola, obstaculizando que puedan volver a subir a tierra.

A la hora de jugar, estamos aprendiendo y de paso nos divertimos. Los juegos nos ayudan a tener un cuerpo y una mente sanos, aparte de servirnos para conocernos a nosotros mismos y nuestras posibilidades. Y si hablamos de los juegos sociales, estos nos ayudan a entablar relaciones sanas con otros individuos que están en nuestro ecosistema. Finalmente, al contrario de lo que puede parecer a priori, el juego se considera una función vital para el desarrollo de muchas especies.

jugar juegos

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