¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando estamos durmiendo? ¿Te has preguntado alguna vez por qué dormimos más allá del mero hecho de descansar? Este es un interrogante que llevamos tiempo investigando y que los neurólogos han intentado descifrar logrando apenas formular meras hipótesis.
Para algunos dormir es una pérdida de tiempo, y para otros un placer con el que desconectar del mundo externo. Lo que está claro es que dormir es una función biológica tan sumamente importante, que no podríamos pasar más de 20 días sin dormir, ya que quienes se han acercado a esta cifra, han terminado con fuertes alucinaciones, trastornos paranoides y todo tipo de problemas psicomotores.
¿Que conseguimos durmiendo?
Debemos pensar que nuestros ancestros vivían en un entorno peligroso, en el que la presencia de depredadores y la ausencia de control sobre el hábitat causaban que dormir profundamente supusiera un accidente fatal. Y es que el placer de dormir a pierna suelta era un lujo que podía pagarse con un alto precio para todos los que vivían en plena sabana africana.
Es por ello que el sueño debe realizar una función biológica muy útil para el organismo si, para ejercerla, podemos quedar indefensos en un ambiente salvaje y expuestos a que nos ataquen.
A primera vista, una de la razones fundamentales del sueño es la de descansar. No obstante, para que nuestro cuerpo descanse desde el punto de vista físico, bastaría con estar despierto y tumbado. La distensión del cuerpo cuando nos hayamos en una fase de duerme vela posibilita que nuestras extremidades y el cuerpo en su totalidad consigan descansar. Por lo tanto… ¿por qué necesitamos dormir de forma tan profunda? Está claro que debe existir una razón más allá del simple descanso para que este cometido siga existiendo con el desarrollo de la evolución humana.
Maiken Nedergaard es una neurocientífica danesa de la universidad de Rochester, la cual ha investigado muchas de estas cuestiones durante sus exploraciones acerca de los cometidos del sueño.
Es verdad que muchas funciones del sueño eran ampliamente conocidas como ya se ha expuesto en numerosos análisis de ciencia y biología. Una importante es la de afianzar nuestras vivencias en la memoria como una forma de aprender y sintetizar hechos pero… ¿rememorar estas acciones pasadas recompensa el peligro de ser engullido por un león?
La actividad diaria del cerebro
El cerebro es un órgano que requiere mucho combustible. Su consumo energético diario es de un 20% de la energía que nuestro organismo produce, lo cual es un porcentaje bastante alto si lo comparamos con otros sistemas corporales. Debido a este gran requerimiento energético y la actividad diaria generada, se producen residuos procedentes de estas funciones; alguno de estos elementos perjudiciales y tóxicos es la proteína beta-amiloide que está conectada con estados de Alzheimer (en este post también trataremos la relación entre el sueño y el Alzheimer). Debido a esto la pregunta razonable que debemos plantear es, ¿de qué forma se libra el cerebro de estos residuos generados?
Hasta hace pocos años se creía que el cerebro reciclaba todos los metabolitos producidos durante su funcionamiento, quebrándolos en moléculas más simples para su empleo a nivel celular individual. Si el proceso llegaba a malograrse y no se efectuaba correctamente el reciclaje, es cuando aparecía el declive cognitivo.
No obstante, para la neurocientífica Nedergaard esto no concordaba con sus investigaciones, ya que el cerebro estaría demasiado colmado de procesos dirigiendo el organismo como para perder tiempo reciclando. Entonces expuso su teoría en la cual existe un símil al líquido linfático que recorre nuestro cuerpo y limpia los desechos del fluido cerebroespinal. Para ello denominó a este mecanismo el sistema glinfático, en el que una red de canales purificaría nuestro cerebro ayudándose de las células gliales, las cuales dan soporte y protegen a las neuronas, conservando la homeostasis o microambiente celular.
La verdad es que no es la primera vez que se sugiere la existencia de un sistema glinfático, ya que hace un siglo se expuso esta teoría por primera vez. Es ahora, gracias a los conocimientos y la tecnología disponible, que podemos dar sentido a esta hipótesis. Sobre esto se ha descubierto que el 20% del líquido que se aprecia en las neuronas y que se llama líquido gliolinfático, es donde se almacenan los desechos generados diariamente. Entre ellos encontramos residuos de neurotransmisores, electrolitos o incluso elementos tóxicos.
Limpiar el cerebro mientras dormimos
La limpieza y puesta a punto del cerebro no es una tarea simple, ya que necesita muchísima energía y realizar esta función durante nuestra jornada diaria y con el cerebro a pleno rendimiento sería algo impensable. Es por ello que la razón más lógica al hecho de dormir, sea la de permitir al cerebro tener un tiempo de auto limpieza.
Para demostrar esto se efectuaron varios ensayos con ratones, los cuales poseen en el cerebro un espacio intersticial algo menor al de los humanos (un 14% frente al 20%). No obstante, durante la fase de sueño ese espacio en los ratones aumentaba del 14% inicial al 20%. Debido a este aumento, el fluido cerebroespinal dispone de más espacio libre para discurrir. Mientras que el ratón en estado de vigilia poseía un 5% menos de flujo de líquido, durante el sueño aumentaba ese 5% para que los desechos se limpiaran el doble de rápido que estando despierto. Y es que de hecho se comprobó que apenas existía flujo de fluido cerebroespinal mientras el ratón se encontraba despierto, pero cuando comenzaba a estar anestesiado, el flujo empezaba a circular.
Por todos estos hechos, se puede pensar con certeza que el sueño realiza una tarea muy importante en el cerebro: durante la fase de sueño, el cerebro pone en marcha los sistemas de limpieza que retiran los tóxicos generados cuando estamos despiertos, por lo que es algo esencial para sobrevivir y mantener este órgano sano.
¿Por qué dormimos?
Esta pregunta tiene una fácil explicación si tenemos en cuenta todo lo expuesto. Porque mientras dormimos, activamos un sistema primordial para que nuestro cerebro sobreviva: se estimula el engranaje de limpieza que purifica y elimina todos los metabolitos creados en el estado de vigilia.
Aparte, mientras dormimos el cerebro no sólo se limpia y queda preparado para seguir funcionando correctamente. El sueño favorece que las sinapsis (contactos entre las neuronas) puedan crecer a un nivel mayor y más rápido, favoreciendo nuestro aprendizaje. Y este ejercitamiento no se basa solo en la memoria, sino también en las experiencias vividas durante el día.
¿Dormimos bastante?
Conforme a los registros de la Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos (National Sleep Foundation), se estima que debemos dormir entre 7 y 9 horas al día para que nuestro organismo se mantenga sano. No obstante, con nuestro vertiginoso ritmo de vida actual nos estamos privando de horas de sueño, ya que hasta el 80% de los adultos trabajadores padecen trastornos del sueño.
La verdad es que se está durmiendo de una a dos horas menos que hace 50 años y 40 minutos menos que hace una década; aparte que los desarreglos crónicos del sueño están a la orden del día. Y es que cada vez que dormimos e interrumpimos el sueño por cualquier motivo, los mecanismos de limpieza se detienen y por ende los metabolitos tóxicos se quedan almacenados en nuestro cerebro. No en vano esta es una de las causas de por qué podemos morir si no dormimos.
Como ya dijimos, la escasez de sueño puede apresurar la aparición de trastornos neurodegenerativos como el Alzheimer o el Parkinson, aunque tampoco hay estudios concluyentes de si la falta de sueño hace aparecer las enfermedades, o primero aparecen las enfermedades y luego la falta de sueño. Lo que está claro es que ambos trastornos están vinculados. Existen ciertas clases de proteínas, como (tau y beta-amiloides), que el sistema glinfático se encarga de limpiar cuando dormimos y están relacionadas con el Alzheimer y otras clases de demencia.
Tras un periodo sin dormir, ¿podemos recuperar ese sueño?
Esta pregunta tiene una respuesta algo variable. No hace falta que hayamos padecido un trastorno neurodegenerativo para haber sufrido los estragos de no dormir. Basta con una noche en vela o etapas con mucho estrés en las que hayamos dormido pocas horas por la noche, para soportar una disminución de la capacidad de concentración, déficit de atención o pérdida de creatividad.
La buena noticia es que sí, el cerebro tiene la capacidad de poder recuperarse tras esos periodos cortos de insomnio o falta de sueño; no obstante un trabajo a turnos que nos impida dormir correctamente o la disrupción del sueño persistente, causan estrés al metabolismo del cerebro. Esto se traduce finalmente en el desgaste de las neuronas principales implicadas en la vigilia y su pertinente función cortical; también en la aglomeración de proteínas relacionadas con la edad y la degeneración neuronal.
Así que aunque el cerebro puede recobrarse de esos estadios, también es verdad que la recuperación puede dificultarse al encontrarse residuos a la deriva durante un tiempo, y puede ser más lenta de lo que se esperaría.
¿Significan algo los sueños?
Aparte de las razones fisiológicas expuestas, también cabe preguntarse la razón de porqué, aprovechando que dormimos y descansamos, tenemos sueños o imágenes vividas que sentimos como una película. Los sueños son una forma de conservar la actividad mental mientras se ejecutan los procesos de limpieza y restauración de nuestro cerebro. Al menos se sabe que todos los mamíferos soñamos, y es posible que estemos acostumbrados a ver soñar a nuestro perro o gato por la cercanía que tenemos con su vida diaria. También sueñan muchas aves e incluso los reptiles, por lo que existe un amplio espectro de soñadores en el mundo animal.
Y en el caso de los humanos ¿cuál es el significado de los sueños? Según el neurólogo y padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, los sueños son exhibiciones de nuestros deseos más subyacentes, así como nuestras inquietudes que no podemos identificar siquiera. De esta manera, las secuencias de imágenes, historias y sentimientos que vivimos en los sueños, albergan una simbología de anhelos o temores que, si no estuvieran cifrados, nos resultarían sumamente vergonzosos de admitir.
Un ejemplo de esto sería que si odiamos a nuestro profesor, y el profesor siempre lleva un traje verde, podemos soñar que le damos patadas a un perro verde. De esta manera, calmaríamos la tensión sin sentirnos culpables de tener deseos de matar a nuestro profesor. Según Sigmund Freud, la simbología del sueño no era universal, sino personal, por lo que cada uno debía juzgarlo de acorde a sus condiciones.
Sin embargo según Artemidoro de Daldis, un erudito que vivió en el siglo II d.C., los sueños poseían una lectura que era común a todas las personas por su simbología. Este estudioso nos legó algunas obras en las que recopiló miles de testimonios de personas que fue conociendo en sus innumerables viajes, las cuales le contaban sus sueños. Según fue viendo que algunos sueños eran recurrentes, les fue dando un sentido y una explicación para darles un significado.
Según Carl Gustav Jung, que fue aprendiz de Freud, los sueños suponen una forma de lograr una mejor plenitud personal y espiritual, ya que nos permiten comprendernos mejor para ayudarnos a solucionar problemas que nos perturben.
Según la psicóloga Deidre Barret, y analizándolo desde la perspectiva evolutiva, el sueño efectúa un mecanismo que mejora nuestras probabilidades de sobrevivir. Incluso realizó investigaciones en las que pedía a grupos de alumnos que reflexionaran sobre un problema antes de dormirse, para comprobar que al despertarse, la mitad de ellos había conseguido resolver la solución.
¿Quizás la función de auto limpieza había hecho efecto o podemos relegar estas repentinas lucideces a esa parte profética que tienen los sueños? Posiblemente nos queden aun por delante muchos años hasta que consigamos averiguar más sobre los sueños, ya que siguen conservando ese halo de misterio insondable que rodea a todo lo que tiene que ver con el cerebro.