Cerca de nosotros existen seres vivos que todavía desconocemos, como demostró un equipo del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC. Con cierta frecuencia se clasifican nuevos animales, insectos y vegetales que no habían sido censados previamente por zoólogos, entomólogos y botánicos. El descubrimiento de una especie nueva es siempre una gran noticia para la ciencia, sobre todo cuando lamentablemente otras desaparecen con mucha mayor rapidez.
Podríamos pensar que estos hallazgos se producen en lejanas y todavía ignotas tierras o mares, como en la profunda Amazonía o en la mítica isla de Madagascar –uno de los lugares del mundo con mayor riqueza de fauna y flora–, pero no es así. Muy cerca de nosotros existen aún seres vivos que desconocemos. Dos ejemplos de hace tiempo nos permiten corroborar que esto es cierto.
Hace varios años, expertos en batracios de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona (J. Serra-Cobo et al.) descubrieron en los Pirineos una nueva especie de rana, que fue bautizada con el nombre científico de Rana pyrenaica. Es una especie autóctona y endémica, incluida hoy en el catálogo de especies amenazadas de Aragón y cuyas poblaciones conocidas se encuentran en los torrentes de montaña de la provincia de Huesca.
Otra sorpresa nos la ofrecieron expertos del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona del CSIC (Josep Maria Gili et al.): en un cañón submarino de la costa catalana –que recibe el nombre de Foix– cuando descubrieron un tipo de medusa que resultó ser hasta ahora inédita en la taxonomía animal. La medusa recibió el nombre de Barcino foixensis, y se convirtió en la primera y única especie del género animal que llevaba el nombre de la ciudad de Barcelona, ya que el código de nomenclatura zoológica así lo exige para su ubicación geográfica. Esta pequeña medusa de 1 centímetro de diámetro y con sólo 4 tentáculos vive en la citada fosa del litoral catalán a unos 1.200 metros de profundidad, inmersa en una prolífica comunidad planctónica que se forma en esta zona, sin duda, gracias al gran flujo de materia orgánica procedente de la zona terrestre, que se sedimenta en todo el sector marino que va desde la costa italiana de Liguria hasta el área catalano-balear, y que en su día estudió Ramón Margalef, el ecólogo español más relevante.
Fue tal la novedad que sus descubridores propusieron en el Zoological Journal of the Linnean Society que la ciencia estableciera una nueva categoría animal para dar adecuada cabida taxonómica a esta medusa, categoría que propusieron se denominara Barcinidae al no pertenecer este ser marino a ninguna de las familias conocidas del orden genérico de las leptomedusas al que corresponde.