Durante siglos, el pergamino en el que escribían los copistas en los monasterios era un bien tan escaso que a veces borraban o raspaban textos clásicos para transcribir los nuevos encima. Esos manuscritos se llaman palimpsestos; en algunos casos se ha logrado por procedimientos químicos recuperar los escritos originales, más valiosos que los posteriores.
Pero los monjes tenían más libros con nombre propio. Los becerros eran aquéllos donde se copiaban los privilegios y pertenencias de los monasterios en la Edad Media, y se llamaban así debido a la piel con la que estaban forrados. Los tumbos eran libros administrativos tan grandes que sólo podían leerse tumbados sobre mesas, o apoyados en un facistol o atril enorme.
La declaración de independencia, la constitución y la carta de derechos de EEUU fueron escritas sobre pergamino, un material que resiste mejor el paso del tiempo.