Niños enfermos y débiles en publicidad

Dentro de la sección «Anuncios que odio» (que yo soy mucho de odiar), entro dentro del saco este spot de Puleva llamado «PULEVA Max Grandes Retos» que por lo visto debe ser del 2013 o por ahí (aunque lo emiten actualmente en 2017). Siempre me ha molestado la publicidad que muestra a niños pusilánimes y débiles, al borde de la muerte por simplemente existir, y este es una prueba de ello. Y como no, también esos anuncios que hacen sentir a los padres/madres culpables de que si no compras ese artículo, no eres buen padre/madre y tu hijo perecerá en pocos días si no lo consume.

En este caso, presentan a una niña que no puede ni subir las escaleras del colegio, como si fuese un reto, como si la niña fuese a subir al Himalaya o se tuviera que preparar para algo gordo. Vamos a ver, que es una puta escalera, y cualquier niño tiene siempre la energía suficiente para hacerlo. Como no sea un crío que posea algún problema especial, tiene la suficiente fuerza y vitalidad para hacer eso y mucho más.

La madre consuela a su hija porque tiene que subir esas escaleras. Pobre niña, mejor que se quede en la cama todo el día, no vaya a ser que le dé algo a la desafortunada infante, lleva una vida muy dura. Atención a las escaleras, presentadas con efecto «camino hacia el Everest imposible de superar».
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Cuando eres niño te comes el mundo, siempre tienes ganas de hacer ejercicio y actividades, y así es en el reino animal igualmente. Al único que le podría suponer un problema subir esa escalera sería a un viejo. Como decían en Shin Chan, los niños son hijos del viento, porque son capaces de estar correteando y jugando sin parar, como un símil de que cuando eres pequeño, lo aguantas todo y eres muy vital.

La mascota de Puleva Max alienta a la niña a superar esta dura prueba, subiendo unas escaleras que son el demonio encarnado en construcción. Veremos si la niña consigue llegar viva y sana al final del día, o lo mismo le preguntan «2 + 2» y le da una embolia por sobrecarga cerebral al no tomar la leche de marras y no estar alimentada.
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Por no decir cómo empieza el anuncio, con la madre acariciando a su hija como si le fuera a dar algo a la niñita por tener que ir a clase. Pero no porque sus compañeros le hagan bullying o la profesora le tenga ojeriza, no, simplemente porque la niña seguramente desfallezca subiendo esa escalera al segundo piso. Sólo se me ocurre que con esta clase de inculcación a los padres, están generando que traten a los niños como impedidos físicos pusilánimes que tienen que ir en una burbuja de sobreprotección. Luego nos quejamos de la obesidad infantil, pero si el niño no se puede comportar como un niño y correr y jugar a troche y moche, van a salir muchos niños obesos desconsolados y acariciados por madres sobreprotectoras.

¿Alguien no recuerda que cuando volvía del colegio, se iba a jugar y no regresaba a casa hasta la noche después de haber hecho muuucha actividad física, incluso con frío de la calle? Pues eso… menos chorradas de niños débiles, que ya he comprobado por casos cercanos lo endebles que son los niños ahora, y es todo por estas sobreprotecciones. En vez de comerse el mundo, los niños van a acabar apollardaos perdidos.

Hace cien años obligaban a los niños a trabajar en la minas, a los padres les importaba un carajo lo que le ocurriera a su progenie. Y fue con el boom económico de los 50 que se empezó a considerar mejor a los hijos. Al menos hablo de Estados Unidos, porque donde no hubo remonte económico, los niños y la infancia siguieron siendo menos mimados, de hecho en países pobres siguen existiendo niños mineros. Con el devenir de las décadas, esta sobreprotección a los niños está llegando a un punto algo peligroso. A ver, ni mandar a un niño a picar a una mina, ni considerar que le va a dar un chungo por subir una escalera. ¿Dónde queda el término medio?

Niños mineros durante la Revolución Industrial que llegaban a trabajar entre 13 y 16 horas diarias. Queda probado que la niña de Puleva Max tiene mucho cuento al subir esa escalera.
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Ah, acabo de recordar otro anuncio parecido, en el que atentos al dato… ¡la madre le da de comer al niño como si el crío estuviera impedido para ello! El niño, más grande que una catedral, espera que una madre sobreprotectora le dé de comer porque el chiquillo debe estar muy cansado para ser autosuficiente. A lo que hemos llegado… niños que pueden valerse por sí mismos que no se les permite que cojan un puto tenedor para comer. Me parece ver que hasta al niño del anuncio le da vergüenza ajena realizar esa pantomima de hijo hastiado que no come.

A ver, a los niños hay que dotarles de autonomía en cuanto se pueda, lo antes posible, aunque no coman tan rápido o te dejen todo hecho un cristo, pero no hay que hacerles el avioncito, y menos con las edades como las del niño del anuncio, que tiene pinta de que el próximo jueves le va a salir su primer vello púbico. Y a todo esto, los niños no necesitan tanto suplemento ni historias, solo comer bien equilibradamente, pero claro, estos anuncios enseñan a las madres que sus hijos van a morir si no compran ese suplemento. Y los muestran débiles, amongolados y más retrasados de lo que debería ser un niño normal.

Imaginamos que la mamá seguirá sosteniéndoles la colita al niño a la hora de mear, o que le limpiará la mierda del culo cuando va a al baño. Es que el niño lo mismo se cansa, jopeta.
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Aquí quizás ya nos metemos con otro asunto, el de los niños mimados y consentidos en la publicidad, aunque a veces no discierno la barrera porque muchos anuncios muestran las dos partes (niños consentidos combinados con niños pusilánimes). Sobre esto de niños mimados y madres que van detrás de ellos con el dichoso suplemento, tenemos otro anuncio de Pediasure, que nos muestra un niño asqueroso y pasota que no le hace ni puto caso a su madre, la cual no hace más que perseguirle con el suplemento (no tiene otra finalidad en la vida la mujer), no vaya a ser que el niño se muera en una esquina por comer mal. Acabáramos…

Pero claro, sobre infancia consentida en publicidad, creo que dedicaré otro «Anuncios que odio» mejor, porque reboso de mucha mala baba que debo exteriorizar prontito. Bueno, me voy a tomar un batidito, no sea que muera de inanición.

Pa pegarle dos ostias al niño. Coñe, si no come, guárdale el plato para la cena, y si no, para el día siguiente. Ya verás como al tercer día se lo come.
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